Sunday, March 27, 2005

FRENTE DEMOCRATICO PARA LA LIBERACION DE PALESTINA

http://www.fdlpalestina.org/

LA GUERRA CONTRA EL TERRORISMO Y EL CONFLICTO ARABE-ISRAELI. CUMBRE INTERNACIONAL DE MADRID

La guerra contra el terrorismo y el conflicto árabe-israelí

Por la parte palestina, Sa’eb Erakat advirtió de que si Bush persigue la política “de lo posible y no de lo necesario”, no funcionará la Hoja de Ruta. El líder del Departamento de Negociaciones Palestino pidió también ayuda para reavivar la esperanza de la paz y garantizó que la Autoridad Palestina cumplirá con todas sus obligaciones, descritas en la Hoja de Ruta.

Durante su intervención en el grupo de trabajo, moderado por Shlomo Ben-Ami, ex ministro de Asuntos Exteriores de Israel y vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz, Erakat recalcó que Washington no puede seguir viendo Oriente Próximo como antes, que es necesario poner fin a la ocupación israelí. También advirtió que el mundo no debe dividirse entre propalestinos y pro israelíes, sino entre los que quieren la paz y los que no.

A su lado, el director del Centro de Estudios Estratégicos y Políticos de Israel y ex director del Mossad, Efraim Halevy, dijo que los Gobiernos israelíes han perseguido que el terrorismo no dictase la agenda política. Halevy aseguró que el fallecido líder palestino Yasir Arafat “apoyó y fomentó el terrorismo”, hasta que al final “se convirtió en una cuestión en sí, en un tema del mundo árabe”.

Por el contrario, el laborista Ben-Ami opinó que en un conflicto como el israelo-palestino, la política “es lo fundamental”. “Los pacificadores tienen que recorrer la distancia entre lo que se necesita y lo que se quiere, y ahí las generaciones antiguas han fracasado”, remachó.

Por su parte Robert Malley, quien fuera asesor del ex presidente Bill Clinton para asuntos arabe-israelíes, apeló a fomentar el arabismo porque existe una paz “que no es la que ve Estados Unidos”.

Finalmente Terje Rod-Larsen, presidente de la Academia Internacional de la Paz, opinó que el año 2005 será “el momento de la verdad” y declaró que si tanto Ariel Sharon como Abu Mazen fracasan, los terroristas serán los ganadores.

Resumen de la sesiónAbdel Monem Said Aly, director del Centro Al Ahram de Estudios Políticos y Estratégicos de Egipto, abordó las interacciones entre el conflicto árabe-israelí y la “guerra contra el terrorismo”, resaltando la diferencia entre el terrorismo y la resistencia legítima. Advirtió del error de sobreestimar la utilidad de la fuerza como instrumento para llevar a las partes a la mesa y destacó la importancia de dar a los moderados de ambas partes un espacio de negociación. En cuanto al futuro, afirmó que la Autoridad Palestina está cumpliendo sus compromisos con respecto a democracia, reforma y transparencia, y que es hora de que los israelíes cumplan sus propios compromisos. La suspensión de los procesos de negociación por un ataque suicida solamente sirve para dar más poder a los perpetradores.

Terje Rod-Larsen, presidente de la International Peace Academy de Nueva York, consideró que se habían conseguido grandes avances en Oriente Medio en los últimos años, incluyendo con respecto al establecimiento de un estado palestino. El año 2005 será un momento crítico tanto para israelíes como palestinos.

Sa´eb Erekat, jefe de la misión negociadora palestina, afirmó que ha llegado la hora de que los israelíes – y también los palestinos - tomen decisiones dolorosas y que la negociación de un acuerdo no es un juego de suma cero. Tachó de racista a cualquiera que afirme que los árabes no están preparados para la democracia y dijo que un acuerdo entre israelíes y palestinos podía ultimarse en sólo seis semanas.

Por su parte, Efraim Halevy, jefe del Centro de Estudios Estratégicos y Políticos de la Universidad Hebrea de Jerusalén, dijo que el terrorismo ha tenido un cierto grado de éxito en Oriente Medio porque ha influido en decisiones políticas y ha llegado a convertirse en una cuestión central del mundo árabe. Ahora es un problema que deben abordar todos los gobiernos de la región y más específicamente la Autoridad Palestina.

Robert Malley, Director del Programa de Medio Oriente del International Crisis Group (Grupo Internacional de Crisis), advirtió contra la interpretación de los progresos conseguidos en Oriente Medio como una validación de las politicas de la administración Bush. La resolución exitosa del conflicto árabe-israelí puede simplificar la dinámica de Oriente Medio, pero no está de todo claro que la democracia esté en auge y por tanto el terrorismo en declive. En el contexto más amplio del Oriente Medio, los Estados Unidos deben superar la percepción de que están satisfaciendo las peticiones israelíes; los árabes, a su vez, deben ver que la participación norteamericana puede servir sus intereses. Afirmó que los gobiernos occidentales deben definir “terrorismo” con más cuidado, porque la terminología es importante.

QUÉ SE ENTIENDE POR TERRORISMO? LA VISION EN LA CALLE ARABE

http://spanish.safe-democracy.org/colabora/aqua-se-entiende-por-terrorismo-la-visian-en-la-calle-arabe.html

Thursday, March 24, 2005


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GUERRA SANTA-GUERRA JUSTA - REFLEXIONES -

Guerra santa o guerra justa
Antonio López Campillo

Algunos se preguntan si a tiempos nuevos guerras nuevas y si la guerra de los terroristas islámicos es el ejemplo de un nuevo tipo de guerra. Hay quien piensa que el análisis de Clausewitz ha quedado caduco. Le citaremos: "La guerra es un acto de violencia destinado a ejecutar nuestra voluntad", que implica un "uso ilimitado de la fuerza" que tiene como objetivo "desarmar al enemigo". "Es que la guerra es, siempre, un medio serio para lograr un objetivo serio". Y no es otra cosa que "una simple continuación de la política por otros medios". Los que ahora han atacado tenían un objetivo político: aplastar al Satán Occidental. Para ellos es un objetivo serio y han empleando un medio serio, un acto de violencia destinado a ejecutar su voluntad. Lo que nos obliga a considerar esta guerra como "un acto político". Es sin duda una guerra.

Lo que ha sorprendido es la forma como se ha iniciado y lo que ha hecho pensar que se trata de algo nuevo. Pues no se parece a una guerra clásica, lo es al estilo viejo.

La guerra se declaró sin previo aviso, no es una guerra entre estados, es una lucha entre concepciones del mundo diferentes, no el enfrentamiento de ideologías distintas, se trata, a lo que parece y según declaró y continúa declarando él que ha desencadenado la lucha, de la guerra entre una religión y el resto del mundo, nada más que de una Guerra Santa.Calificar de estilo viejo el modo como se ha iniciado significa que es un modo de hacer anterior a la noción de guerra justa. En este último concepto se definen una serie de normas y leyes de cómo se ha de conducir la guerra para intentar resolver el choque entre el "no matarás" y la guerra. Es un concepto que surge en un momento del desarrollo de la civilización cristiana. Es un intento de humanizar la guerra. En el siglo XIII Tomás de Aquino es el teólogo de la guerra justa, le seguirán el padre Vitoria, Suárez y Grotius, que dicen, resumiendo, que para que una guerra sea "justa" es necesario que se hayan agotado los medios pacíficos, que el beneficio de la operación supere al coste, que los recursos sean justos y proporcionales, que la decisión de hacerla sea tomada por una autoridad legítima y competente con una intención recta y que se busque una paz justa.

Esta es una Guerra Santa. Lo que significa que la guerra es santa en sí, que tiene su origen divino de la misma voluntad de Dios y no es únicamente obra de hombres. No es un hacer que es venerado por los hombres, no es una Guerra "Sagrada", un hacer respetado en grado sumo, no, es una guerra que tiene su carácter de santidad de Dios mismo, es "Santa". La diferencia entre el origen de "Santa" y de "Sagrada" se ve bien cuando se habla de las vacas "sagradas" de la India, pues son veneradas por los nativos, es decir que las sacralizan, pero a nadie se le ocurre llamarlas "santas".

La Yihad islámica, que se traduce por Guerra Santa, es "el esfuerzo en la vía de Dios", es jurídicamente un deber para los musulmanes. Por doctrina y por experiencia histórica la yihad es la lucha armada por la defensa y la expansión del Islam, es decir el establecimiento de la ley de Dios en la Tierra. El combatiente, el muyahid, si ofrece su vida en sacrificio es sahid, testigo, mártir, lo que le borra todas sus faltas y le abre las puertas del Paraíso. La yihad es también un instrumento necesario para la cohesión de la Umma, la comunidad de los musulmanes.

El Islam nace en un medio sociológico semejante al de la antigua Judea, un mundo de tribus nómadas y sus guerras, el modo como hacer la guerra corresponde a esa estructura tribal. La Yihad corresponde a ese modo de guerrear, pero suavizado, ya que el fin no es el exterminio del enemigo, se trata de convencerle. Aunque Mahoma mismo, en ciertos casos, acostumbraba a matar a los prisioneros, la norma es no matar a mujeres y niños siempre que no estén luchando, en cuyo caso se puede matar a las mujeres. Hay, en el mundo islámico, toda una casuística, muy extensa, sobre el trato de los prisioneros (ver él capitulo sobre la Yihad en el manual jurídico de Averroes). Los islamistas de hoy siguen, como es natural, esas reglas.

De hecho en la guerra actual se enfrentan dos modos de hacer la guerra, lo que corresponde a dos culturas. En un caso se pretende, en el mejor de los casos, que la guerra sea justa, en el otro la guerra es justa por ser santa. Esto hace que los límites de lo licito, en el hacer guerrero, sean diferentes.

Definir la guerra como justa implica que hay una responsabilidad de los hombres que la deciden y de los que la hacen. Una responsabilidad humana y que se pueden pedir cuentas de lo hecho, por eso hay tribunales especiales internacionales que pueden juzgar los delitos "contra la humanidad" cometidos durante la guerra. A esta jurisdicción hay que sumar la moral de cada combatiente.

Aceptar que una guerra es "santa" lleva consigo que el responsable de lo que suceda es, al final, Dios. El guerrero es un mero ejecutante, un ser "sometido a la voluntad de Dios", con un abandono completo de sí mismo, es un muslim. Hay, en este caso, una falta del sentido de la culpabilidad humana, se podría decir que el responsable es Dios, que por ser quién es, todo lo que hace es justo. Si la guerra es santa, no hay problema, es una guerra justa por ser santa. No cabe ni remordimiento ni desasosiego.

Es necesario conocer como son y como piensan y sienten los actuales combatientes, so pena de no comprender o interpretar erróneamente lo que está sucediendo, pues se trata de una guerra seria.

CRISIS SIRIO-TURCA


El compromiso de los militares turcos con EEUU e Israel compromete gravemente la inserción regional de Turquía en Oriente Medio.

Mientras EEUU amenazaba con un nuevo ataque a Iraq (amenazas que serían cumplidas a mediados de diciembre pasado) e Israel continuaba con su política de inflexibilidad agresiva en Palestina y el habitual tira y afloja militar en el sur libanés, Turquía provocaba una sorprendente crisis con Siria que elevó el grado de tensión entre ambos países a niveles desconocidos desde el conflicto de 1957, también en un mes de octubre, cuando Ankara mandó sus tropas a la frontera en lo que parecía el preludio de una invasión inminente. Si aquella vez Turquía se amparó en los ‘coqueteos’ de Damasco con el bloque comunista y su progresivo acercamiento a Abdel Nasser, en esta ocasión el pretexto ha sido otro bien distinto: el supuesto apoyo de Damasco al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (Partiya Karkeren Kurdistan, PKK) y su líder Abdulá Ocalán. Pero a nadie se le escapa que en ambos casos la maniobra turca viene dictada por una serie de coordenadas externas, léanse los intereses de Estados Unidos y su fiel escudero Israel, por mucho que las autoridades de Ankara hablen de ‘seguridad nacional’ e ‘intereseses exclusivos’. Y si algo de novedoso hay en el exabrupto turco de ahora con respecto al de hace 41 años, ello se debe al contexto que presidía un momento y otro: la Guerra Fría entonces, el Nuevo Orden Internacional en la actualidad.

Turquía se venía quejando desde hacía años de lo que consideraba flagrante condescendencia de Damasco con los líderes del PKK. En realidad, no era inusual encontrarse con miembros del partido en las zonas del Kurdistán sirio, muchos de ellos a caballo entre ambas fronteras. Tampoco podía decirse que el gobierno sirio se esforzase al máximo por detener el flujo de activistas kurdos de un lado a otro. Más aún, se suponía desde hacía tiempo que Ocalán visitaba Siria con cierta periodicidad y que mantenía contactos con algunas esferas del poder civil y militar en Damasco. También se sabía que Damasco veía en las acciones del PKK y la adopción de una postura de moderada simpatía hacia la causa de Ocalán una vía válida para contrarrestar los últimos movimientos de Ankara en asuntos tan sensibles para aquélla como la distribución de los recursos acuíferos agua y la alianza militar turco-israelí. En fin, todo esto y las declaraciones esporádicas de apoyo al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (declaraciones que, hasta que el gobierno turco demuestre fehacientemente lo contrario, no se han traducido en ayuda logística o militar) eran algo familiar para la mayoría desde hacía tiempo. Por ende, las fricciones entre ambos Estados por este asunto venían de lejos. Por otro lado, la situación en el Kurdistán turco atravesaba una etapa de calma tensa tras la tregua unilateral decretada por el PKK, lo que, al menos, constituía un avance respecto de períodos anteriores presididos por un estado de cruenta confrontación. Es en este contexto donde, a primeros de octubre, Ankara lanza un fulminante ataque mediático, político y diplomático contra Siria a través de sus más destacadas personalidades políticas.

La causa era, según Ankara, el expediente PKK; no obstante, muchos, principalmente en Siria, se hacían la pregunta siguiente: ¿cuáles son las razones ocultas de una crisis que ha puesto a ambos países a las puertas de un conflicto armado innecesario? ¿Qué ha movido a Ankara a utilizar ese tono de cantina militar tan agresivo como hostil hacia su vecino del sur, a considerarse en "estado de guerra no declarado", a enviar a diez mil soldados a la frontera y anunciar unas maniobras extraordinarias con cincuenta mil efectivos provistos con armas y munición de combate? Porque lo que sí parece evidente a todas luces es que el sorpresivo ultimátum turco (o nos dais a Ocalán y reprimís al PKK o tomaremos las medidas pertinentes) no sólo persigue una serie de objetivos que van más allá del problema kurdo sino que también certifica la plena incorporación de Turquía, ya veremos por cuánto tiempo, a la versión "hard metal" del Nuevo Orden Mundial diseñado por EEUU para Oriente Medio. Un análisis mínimamente meticuloso permite vislumbrar las cuatro vertientes de la crisis (cuestión kurda, colaboración militar turco-israelí, problema del agua y situación política interna turca) así como las características de este guión político-geoestratégico que amenaza con convertirse en práctica habitual en algunas partes del mundo.

El argumento kurdo

Ya hemos dicho antes que el enfrentamiento entre el gobierno turco y el PKK de Ocalán constituye el detonante aparente de la crisis. De hecho, la animosidad tanto de los responsables políticos y militares como de la prensa hacia Siria remitió tras el acuerdo de seguridad firmado entre ambos países el veinte de octubre y la aparición de Ocalán en Italia. No obstante, las cosas siguen prácticamente igual que antes ya que los problemas de fondo no han sido ni mucho menos resueltos. A decir verdad, ni siquiera han sido abordados. Es decir, que la crisis ha venido a representar un punto y seguido, sin que la algarabía desatada durante todo el mes de octubre haya servido para otra cosa que para satisfacer las ínfulas de la jerarquía militar turca e incitar los más elementales ardores patrióticos entre su pueblo. No se quiere decir, por supuesto, que la cuestión kurda -ya sea en el ámbito nacional turcosirio, ya sea en toda la región- no tenga protagonismo alguno, sino que, a nuestro entender, está lejos de ser el ingrediente fundamental.

Varios factores permiten llegar a esta conclusión. En primer lugar tenemos la posición oficial siria respecto de la cuestión kurda. A pesar de que las autoridades de Damasco han permitido durante épocas un mayor margen a su población kurda (un 8% aproximadamente) en comparación con sus vecinos Turquía (20% aproximadamente) e Iraq (entre 20% y 25% aproximadamente), en los que se vive o se vivía hasta épocas recientes una abierta confrontación entre el Estado y organizaciones armadas kurdas, no se puede afirmar que el Estado sirio apoye abiertamente las aspiraciones del movimiento nacional kurdo ni en su país ni en ningún otro, por la sencilla razón de que la cristalización de un proyecto independentista o simplemente autonomista en cualquiera de las regiones del Kurdistán (repartido entre Turquía, Siria, Iraq e Irán) sentaría un serio precedente frente a sus propios kurdos. Las repetidas llamadas de Irán, Turquía y Siria (uno de los pocos asuntos en que Damasco y Ankara han mostrado puntos de vista coincidentes) en aras de conservar la unidad territorial en Iraq y evitar un Estado independiente en el norte kurdo dan fe de esto que decimos. Por lo tanto, si Damasco ha mostrado cierta afinidad con el PKK (o en el pasado con las facciones kurdas iraquíes enfrentadas con Bagdad) no ha sido por solidaridad con la cuestión kurda en general sino con el ánimo de explotar una baza política de presión controlada frente a los asuntos de verdadera importancia.

Además, Ankara no ha presentado pruebas concluyentes que demuestren la veracidad de sus acusaciones. Damasco sigue sosteniendo que el Partido de los Trabajadores del Kurdistán está prohibido en su territorio, que no hay nadie que se llame Abdulá Ocalán residiendo en Siria (y que si lo hace, utiliza una identidad falsa) ni tampoco campos de entrenamiento dependientes del partido, así como que sus cárceles albergan a cientos de simpatizantes del partido y que ella también sufre del trágala de refugiados y combatientes kurdos que se infiltran en el país desde el Kurdistán turco. Por el contrario, Ankara se ha limitado a insistir en que Siria está en una guerra con Turquía por su apoyo a los terroristas kurdos y que el vaso de la paciencia se ha agotado. Tampoco se ha preocupado mayormente por aparentar la exclusividad de la justificación kurda, puesto que el memorándum que entregara el presidente Demirel el 6-10 a su colega egipcio Husni Mubarak, en funciones de intermediario entre ambas partes, incluía las conocidas demandas turcas pero, también, una explícita referencia a los tres grandes problemas bilaterales en la actualidad: la provincia turca de Hatay (Iskandarún) reclamada por Siria, las aguas del Éufrates y el acuerdo turco-israelí. Cuesta, en consecuencia, creer que el asunto kurdo constituya el capítulo único en este azaroso guión. De hecho, Damasco se apresuró a acusar a Ankara de "actuar según los dictados de Israel" y "exportar sus problemas internos a los países vecinos".

Por otra parte, Ankara sabe perfectamente que el fin del supuesto apoyo militar y logístico sirio al PKK no va a rebajar la intensidad de la cuestión kurda en su propio territorio. El centro neurálgico del problema kurdo se encuentra en el sudoeste de Turquía, donde 300 mil soldados y unos gastos aproximados de ocho mil millones de dólares no han sido suficientes para poner coto a las acciones de los guerrilleros. Tampoco las medidas de coerción y hostigamiento políticas han bastado para aminorar la influencia del Hadep, el principal partido político kurdo, cuyo dirigente, Murat Bozlak, fue arrestado el 19 de noviembre por "connivencia con el grupo separatista de Ocalán". Cuesta comprender la obstinación gubernamental a valorar una solución política y entablar negociaciones con los representantes kurdos, habida cuenta de que la guerra continuada desde 1984 ha dejado en evidencia al "segundo ejército de la OTAN" y supuesto una sangría para el país, no sólo en vidas humanas y recursos económicos sino también en imagen exterior y credibilidad ante el mundo. En consecuencia, la reacción de Ankara frente a Damasco parece más una huida hacia delante que un intento serio y ponderado de afrontar el verdadero quid de la cuestión, máxime cuando Ocalán había anunciado una tregua unilateral el uno de septiembre y mostrado su disposición a negociar con el gobierno. Posteriormente, ya en Italia, reclamó "el reconocimiento de la identidad institucional kurda a través de la implementación de normas verdaderamente democráticas" y "un acuerdo basado en una estructura federal que respete las fronteras actuales de Turquía". Mas a pesar de la renuncia explícita a los dos rasgos que según Ankara definían al PKK, "el terrorismo y el separatismo", el gobierno rechazó prescindir de su rígida política.

Por si fuera poco, los cambios significativos acaecidos antes del mes de octubre parecían indicar que la cuestión kurda amenazaba con tomar derroteros peligrosos para Turquía sin que Siria tuviera nada que ver en el asunto. En efecto, tras el pacto entre Masud Barzani y Yalal Talabani (líderes de las dos principales formaciones kurdas en Iraq, el PDK y UPK) el 17 de septiembre en EEUU, el gobierno de Yelmaz comenzó a temer que el acuerdo significase el prolegómeno de una entidad kurda independiente en Iraq, lo que constituiría un acicate más para las corrientes separatistas en el país. A esto se le añade que la unión de las dos fuerzas, que se enzarzaron en cruento combate en el 96, podría dar al traste con el espacioso corredor dentro de Iraq que tan alegremente utiliza Ankara para lanzar campañas militares contra los campamentos del PKK. Y a pesar de que tanto Barzani como Talabani han recalcado su intención de seguir colaborando con Ankara para impedir los movimientos del PKK en el norte de Iraq, aquélla teme que los tres grupos acaben llegando a un entendimiento. Tal acuerdo podría significar el fin de sus puestos militares permanentes en el norte de Iraq, a la par que quién sabe si la zona no acabaría convirtiéndose en refugio del nacionalismo kurdo regional. Así las cosas, ejercer presión sobre la banda occidental del ámbito PKK, Siria, y obligarla no sólo a cortar cualquier vínculo con el PKK sino también a colaborar en su represión, podría empujar a la organización de Ocalán a hacer todo lo posible por mejorar sus relaciones con Barzani y Talabani y fortalecer el frente oriental, que es el que verdaderamente constituye un quebradero de cabeza para los militares turcos.

Colaboración militar turco-israelí.

En marzo de 1996 se firma el acuerdo de cooperación militar entre Turquía e Israel. A nuestro entender, este hecho y el asunto del agua, estrechamente ligado con él, son el motor principal de las tensiones sirioturcas a lo largo de los últimos años. 1996 viene a representar el colofón de casi cinco décadas de colaboración más o menos abierta entre las dos grandes potencias militares de la región. Y es que desde el primer momento de la aparición de Israel Turquía demostró clara simpatía hacia el nuevo Estado, hasta el punto de que los países árabes de la zona llegaron a ver en ella un instrumento, como Israel, al servicio de los intereses occidentales, impresión que hoy sigue vigente y que los sucesos de octubre han vigorizado. No en balde la nomenclatura turca ha visto siempre en Israel un oasis de modernidad y occidentalidad en un territorio atenazado por el fanatismo y el oscurantismo. O sea, la visión idílica que tienen los dirigentes militares y civiles turcos de su propio país.

Empero, la situación va a alterarse durante los sesenta. El conflicto desatado entre Turquía y Grecia a propósito de la Enosis (unión de Chipre con Grecia) provoca honda decepción entre los dirigentes turcos, quienes se sienten abandonados por un Occidente que les pagaba con desdén sus esfuerzos en aras de contener el comunismo en Oriente Medio y promover las tesis norteamericanas y británicas en la región. A partir de ese momento modifica sus planteamientos oficiales frente a Israel y adopta una política más crítica ante el movimiento sionista, con el objeto de ganarse el apoyo árabe en la cuestión chipriota. Durante la guerra de 1967 condenó la ocupación israelí del Golán, el Sinaí, Gaza y Cisjordania, mientras que en la de 1973 permitió el paso por su espacio aéreo de transportes de armas soviéticos hacia Siria. Ya en 1979 reconoce diplomáticamente a la OLP y en el 80 protesta contra la proclamación en el Kneset de Jerusalén como "capital indivisible del Estado israelí". No obstante su alineamiento oficial con las reivindicaciones palestinas, nunca llegó a tomar medidas realmente hostiles contra Israel, como, por ejemplo, replantearse el reconocimiento del Estado israelí de 1949 o incitar, promover o efectuar un tipo de boicot contra él.

De hecho, la tónica oficial aparente de Ankara respecto de Israel volvió sin mayores traumas a sus pautas anteriores a mediados de los ochenta, en los que se produce un desarrollo notable de las relaciones económicas y se estrecha el ámbito de colaboración entre ambos en el campo agrícola y de técnicas de irrigación. Durante esta etapa, Turquía se convierte en uno de los principales destinos de los turistas israelíes (160 mil en 1990 según estimaciones turcas) y los intercambios comerciales, insignificantes en décadas posteriores, aumentan de forma perceptible. En diciembre de 1991, ambos países establecen relaciones diplomáticas plenas al intercambiarse embajadores y asentar las bases de una colaboración a gran escala que desemboca en el momento actual.

En definitiva, los momentos de desencuentro entre uno y otro nunca han llegado a ser tan significativos e intensos como los de "encuentro". Y cuando en épocas recientes, durante el gobierno islamista de Necmettin Erbakan por ejemplo, se ha intentado reorientar la política exterior turca hacia el mundo árabe y musulmán, allí estaba el ejército, principal apoyo de la causa proisraelí, para poner las cosas en su sitio y aderezar un gobierno menos fanático.

Siria, por su parte, criticó desde el primer momento el acuerdo militar, con la fundada sospecha de que tras el entramado de maniobras militares, intercambio de tecnología armamentística y socorro mutuo en caso de necesidad, se escondía el ánimo no declarado de debilitar a Damasco en todos los frentes e imponerle la reanudación del tramo siriolibanés/israelí en el proceso de paz según el tempo y las condiciones dictadas por Tel Aviv, tal y como ha ocurrido en el tramo palestino. Precisamente en las semanas anteriores a la crisis, Damasco había conseguido el apoyo explícito de numerosos países árabes e incluso una condena del Consejo de Ministros de la Liga Árabe, que exhortaba a Ankara a revisar el contenido del acuerdo y renunciar a la política de ejes y alianzas que "ponen en peligro la estabilidad de la región". A partir de ese momento, las posturas oficiales turcas subieron progresivamente de tono, al tiempo que los responsables turcos acusaban al gobierno sirio de haber orqestado toda la polémica con el ánimo de desprestigiar a Turquía y conseguir que el mundo araboislámico ejerciese la presión necesaria para hacerle revisar los principios del acuerdo.

Ankara, desde la firma del tratado con Israel, ha tratado sin demasiado éxito, ante los países de la región, minimizar la importancia de aquél. A pesar de que el presidente israelí, Benjamin Netanyahu, ha hablado abiertamente de un eje o alianza turco-israelí, los responsables turcos suelen afirmar que se trata en primera instancia de un mecanismo para modernizar sus fuerzas armadas. En cuanto a las maniobras conjuntas, que han provocado la preocupación no sólo de Siria sino también de Grecia e Irán entre otros, estamos, dicen estos responsables, ante maniobras cuyo primer y único objetivo reside en afianzamiento de la seguridad regional y que, por lo tanto, no van dirigidas contra nadie. Sin embargo, no debe de tratarse de un acuerdo intrascendente cuando Ankara ha conminado a Damasco a no criticar los proyectos de colaboración turco-israelíes e incluso le ha exigido, en un documento previo al acuerdo de seguridad de Ádana del 20 de octubre de 1998, abstenerse de concentrar tropas en la frontera cada vez que se produzca un movimiento inusual de efectivos militares turcos en la zona; ni tampoco tan inicuo cuando, según fuentes norteamericanas, el régimen de Tel Aviv prometió ayuda militar a Ankara en el caso de que "considerase necesario declarar la guerra a Siria". Más aún, el gobierno israelí calibraba la posibilidad de "lanzar ataques" contra objetivos militares sirios en un hipotético conflicto sirioturco. A pesar de los temores sirios, Washington, verdadero artífice del acuerdo militar y guionista principal de la tragedia de Oriente Medio, ha expresado su satisfacción por el acuerdo, sobre todo porque "beneficiará el proceso de paz". Cabe preguntarse si EEUU reaccionaría de forma tan positiva en el caso de que, por ejemplo, Siria e Irán firmaran un acuerdo de cooperación militar en idénticos términos.

El problema del agua

Desde hace algún tiempo se habla con insistencia de la posibilidad de que Oriente Medio se convierta en plazo no lejano en escenario de graves conflictos bélicos por el agua. Mas no se suele, especialmente en Occidente, valorar las pautas reales de este conflicto y determinar los verdaderos culpables del mismo. Décadas de alabanza, loa y temor a Israel y su "peso específico" regional e internacional han permitido que muchos no vean o, mejor dicho, no quieran ver que la política de ocupación militar israelí llevada a cabo tan minuciosamente desde 1948 no responde sólo a necesidades de seguridad nacional sino también a una estrategia minuciosa encaminada a dominar los recursos acuíferos más importantes de la región. Ya controla parcial o totalmente la ribera occidental del Jordán, el lago Tiberíades, los altos del Golán (ricos en manantiales), el Yarmuk y los ríos Litani y Hasbani en Líbano, disponiendo el algunos casos de plena potestad para decidir las cuotas de racionamiento a países vecinos, como Jordania, obligada a regatear los cupos en las conversaciones de paz. O también puede utilizar el agua como soga gruesa con la que atenazar los territorios autónomos palestinos que, en este aspecto y en casi todos los demás, no tienen plena autonomía sobre sus propios recursos hídricos. Si las aguas ya bajaban turbias para Siria y los países árabes de la región entre el aluvión israelí y las últimas obras hidráulicas turcas en los ríos Éufrates y Tigris (que afectan especialmente a Siria e Iraq), el acuerdo militar de 1996 ha encendido todas las luces de alarma. Y es que tras el tratado firmado por Israel y Turquía, que mantienen desde hace años diversos programas de colaboración hidráulica y de técnicas de regadío, el eje Tel Aviv-Ankara se convierte no sólo en una formidable tenaza militar sino también en el aguador de Oriente Medio.

Las polémicas sirioturcas a propósito del Éufrates han cobrado especial virulencia a partir de 1990. Ese mismo año, Turquía detuvo el curso del río durante un mes entero para llenar la nueva presa de Atatürk, la cuarta del mundo cuando su inauguración en 1992. Esta construcción formaba parte del "Proyecto del Sureste Anatolio" (GAP) que preveía 17 presas en el Éufrates y cuatro más en el Tigris, lo que cubriría las necesidades de riego en buena parte de Anatolia. Pero estas perspectivas halagüeñas para Turquía contrastaban con los temores sirios e iraquíes, que sostenían en el caso de los primeros que más de dos tercios de las tierras regadas por el Éufrates se verían afectadas mientras que los segundos estimaban que este mismo río perdería un 40% de su potencial de riego a su paso por el país. A pesar del protocolo sirioturco del 87 que permitía a Siria 500 metros cúbicos por segundo del Éufrates en espera de que se finalizase la presa Atatürk (los sirios habían comunicado su intención de solicitar 700 metros cúbicos por segundo tras la inauguración de la presa), el desarrollo del ambicioso plan hídrico turco reduciría el caudal del Éufrates a su llegada a las fronteras árabes de veintiocho mil millones de metros cúbicos a sólo 13 mil. Es decir, que el porvenir agrícola de ambos países pasaba a depender en buena medida de Turquía.

Durante la crisis de octubre, Siria solicitó repetidamente a Turquía tratar en conjunto todos los asuntos candentes en el ámbito bilateral. Uno de ellos era, por supuesto, el agua, en estado de máxima tensión desde que terminasen las negociaciones de 1992 entre Siria, Iraq y Turquía sin que esta última accediese a aumentar la cuota de agua ni discutir sobre las presas. En concreto, Damasco solicitaba que se reanudasen las tareas de las comisiones bilaterales relativas al agua y la celebración de conversaciones tripartitas (con Iraq) sobre el mismo asunto, sin injerencias externas, para llegar a un acuerdo definitivo. Pero Ankara seguía negándose a tratar el asunto en negociaciones de alto nivel, si bien propuso el llamado "Acueducto de la Paz", que contempla el desvío de los ríos Ceyhan y Seyhan (cuenca mediterránea) y la construcción de dos canales para vender agua a Siria, Jordania y la Península Arábiga. El plan hídrico GAP deparó otro punto de fricción al anunciar el PKK acciones de sabotaje contra las obras por considerar el proyecto en su conjunto perjudicial para los kurdos de Anatolia en tanto en cuanto escondía una maniobra para desplazar parte de la población autóctona y reemplazarla con colonos ex soviéticos y búlgaros. Turquía de nuevo previno a Siria de su supuesto apoyo al PKK y la amenazó con cortarle el agua si se producían actos de sabotaje en las instalaciones hidráulicas. En definitiva, no es descartable que Ankara haya deslizado en la algarabía de octubre una nueva advertencia respecto de lo que podría ocurrir si Siria continúa con sus reclamaciones sobre el agua.

La situación política en Turquía.

Algunos analistas turcos apuntaron que el furibundo ataque del gobierno contra Siria perseguía en parte conceder al primer ministro Mesut Yilmaz un pretexto válido para aplazar las elecciones legislativas anticipadas previstas para abril próximo, en el contexto de una posible guerra con el país vecino o, en su defecto, un período razonablemente prolongado de "máxima tensión" bilateral. En otros círculos se comentaba que Yelmaz pretendía ganar puntos en vistas a esas mismas elecciones y mejorar de paso su deteriorada imagen política tras varios escándalos de corrupción (especialmente el caso de las grabaciones en las que se describen las relaciones de miembros del gobierno con el jefe de la mafia turca, confinado en una cárcel francesa). Fuere lo que fuere, el caso es que Yelmaz ya no está en el gobierno a resultas de una moción de censura aprobada por el Parlamento el 25 de octubre de 1998, decisión en la que quizás haya influido la desastrosa imagen ofrecida por el gobierno turco ante Europa durante el segundo acto del drama Ocalán. Esta vez, con el gobierno italiano como coprotagonista, no han servido de nada ni las amenazas de boicot, ni las burdas campañas de prensa ni las llamadas a la movilización de los turcos residentes en Europa. Evidentemente, Italia, y detrás de ella la Unión Europea, no es Siria ni cualquier otro de los países anatemizados por el Nuevo Orden y por lo tanto, atacables. El hecho de que las autoridades turcas hayan entrado en disputa tan desaforada con su principal valedor dentro de la Unión Europea revela en primer lugar la gravedad de la crisis política interna en la que vive sumida el país desde hace meses y, en segundo lugar, que Ankara ha acabado por echarse en brazos del polo EEUU-Israel, desencantada como está con una Unión Europea que le niega la condición de miembro.

Está claro que si Yelmaz pretendía "exportar sus problemas internos a los países vecinos" como le acusara Damasco, los ha exportado muy mal. Y si quería disimular los males de un país azotado por la corrupción y la crisis económica (la inflación ronda el ochenta por ciento y el número de parados los seis millones) tampoco lo ha logrado. Ahora bien, pudiera ser que todo el asunto de octubre hubiese supuesto, además de un aviso a los países árabes hostiles y una autoreivindicación en el panorama regional e internacional, un aviso a aquellos navegantes nacionales que no parecen muy convencidos con el sistema laico y prooccidental ideado por Atatürk y salvaguardado por los militares. Nos referimos a los islamistas, quienes durante su breve experiencia de gobierno intentaron dar un vuelco a la tradicional política prooccidental del país, poniendo especial énfasis en mejorar las relaciones con el mundo islámico, sobre todo con los países árabes e Irán.

Tras la decisión del Tribunal Constitucional de declarar ilegal al Refah Partisi (Partido del Bienestar) en enero del 98 por sus "actividades contrarias al laicismo del Estado" y la inhabilitación a su líder y ex presidente de gobierno Necmettin Erbakan, los islamistas fundaron el Fadilet Partisi (Partido de la Virtud). Esta formación aparece como principal favorito electoral según los sondeos de opinión a pesar de que los alcaldes islamistas de las dos principales ciudades turcas han sido apartados de su cargo por decisiones judiciales y el propio presidente del partido está pendiente de juicio por racismo. Tras esta campaña de acoso y derribo contra los islamistas puede verse la sombra alargada del ejército, que obliga al resto de partidos políticos a obviar la presencia de los islamistas, hasta el punto de convertir el Partido del Bienestar en el convidado de piedra molesto con el que nunca se ha de contar para formar coaliciones por mucho que lo respalden millones de votos. Resultaba un tanto curioso ver a Bulent Ecevit, presidente de Izquierda Democrática y antiguo aliado de Yelmaz, buscando socios para formar nuevo gobierno en todas las formaciones menos la islamista. Y teniendo en cuenta que el mapa electoral turco está bastante repartido entre varias formaciones, no resulta extraño encontrarse con gobiernos de coalición minoritarios y harto precarios, compuestos por partidos de derecha e izquierda que no tardan en saltar por los aires, máxime si hay escándalos de corrupción de por medio. Éste en concreto fue el caso de Yelmaz.

Los militares no están dispuestos a consentir que los islamistas vuelvan al poder; o si lo hacen, que el ejército esté capacitado para acabar con ellos sin llegar a una medida de fuerza que afearía su aspecto democrático. Y bien pudiera ser una de esas vías recordar a la población la hostilidad de la vecina Siria y los países árabes hacia Turquía, además de cerrar en la medida de lo posible el camino a un entendimiento entre el sector araboasiático y un hipotético gobierno islamista.

Plasmaciones del ‘Nuevo Orden’.

Dejando a un lado las interpretaciones y lecturas diversas a las que acabamos de hacer referencia, la crisis sirioturca han puesto de manifiesto la adhesión turca al modus operandi instaurado por EEUU a la sombra de su "Nuevo Orden Mundial", según el cual unas naciones –las que custodian los intereses occidentales y representan las valores de la modernidad y el bien social- tienen patente de corso para comportarse con una libertad y desparpajo prohibidos a los demás. A éstos, en contraste, se les impone un código de conducta harto estricto cuyo incumplimiento puede acarrear consecuencias funestas. O en otras palabras: unos pueden hacer y deshacer a su antojo puesto que la maquinaria propagandística se encargará de hallarles una justificación a sus actos o simplemente silenciarlos, mientras que los otros tienen que soportar que se les demonice por no acatar la voluntad dictada por el Orden.

Durante esta crisis hemos asistido a una serie de circunstancias que permiten sustentar esta tesis. En primer lugar, Turquía ha esgrimido el argumento de la extraterritorialidad y el derecho a luchar contra cualquier circunstancia que ponga en peligro su estabilidad. Cuántas veces no habremos oído en los últimos meses, sobre todo tras la detención de Ocalán en Italia, que el líder del PKK es el responsable de más de 30 mil muertes en Turquía desde el inicio del conflicto armado, lo que da pleno derecho al poder para perseguirlo a él y a quienes lo apoyan allá donde quiera que sea. Este razonamiento recuerda a la "seguridad nacional" enarbolada por Israel cada vez que decide una acción punitiva contra el sur de Líbano (acciones que en ocasiones llegan hasta los aledaños mismos de Beirut) o cerrar los territorios autónomos palestinos. El primer ministro Mesut Yelamz declaró al comienzo de la crisis que su país tenía derecho legítimo a defenderse ante cualquier amenaza exterior de acuerdo con el artículo 51 del documento de Naciones Unidas. Sin embargo, no aportó una sola evidencia explícita y concluyente que demostrase que Siria constituía, efectivamente, un peligro para su estabilidad interna. Mas eso no importa: ¿han presentado hasta ahora los norteamericanos alguna prueba sólida que demuestre la implicación libia en el atentado de Lockerbey? Sin embargo, Libia sufre un embargo inclemente desde hace años por un delito que la maquinaria propagandística del Orden ha dado por supuesto. Lo mismo puede decirse de Israel, que amparada en las citadas razones de "seguridad nacional" sigue ocupando el sur de Líbano a pesar de las resoluciones y llamadas internacionales para que salga de él.
Por lo tanto, parece que uno de los grandes avances del Nuevo Orden Mundial se resume en el hecho de que en determinados contextos los argumentos, evidencias y demostraciones son innecesarias, ya que algunos gozan de una legitimidad implícita para observar ciertos comportamientos. En otras palabras, EEUU, Israel (y ahora parece que también Turquía) están eximidas de demostrar y justificar acción extraterritorial alguna en tanto en cuanto representan una grandeza de civilización y refinamiento ante entidades hostiles y dañinas. En realidad no defienden sólo sus propios intereses sino los intereses de toda una civilización e incluso la Humanidad en pleno. Todavía están recientes los ataques norteamericanos contra Sudán y Afganistán, cuyos objetivos no han sido suficientemente aclarados pero contra los que nadie, excepto las voces disonantes de siempre, han osado rechistar. Tampoco antes, hace lustros, se prestó mayor atención a las incursiones aéreas israelíes contra objetivos en Iraq (central nuclear) y Túnez (sede de la OLP). Todo quedó en alboroto de protestas. Aún están recientes las insinuaciones provenientes de Israel sobre la posibilidad de medidas contra Irán en caso de que Teherán decidiese reforzar sus estructuras nucleares. Sin duda alguna, estos ejemplos de extraterritorialidad han servido de precedente para Turquía, que utilizando casi los mismos argumentos, ha amenazado con ataques selectivos contra objetivos sirios, dispuesta a hacer cualquier cosa por asegurar su "estabilidad interna". Diríase que Israel, y ahora Turquía, en su condición de únicas democracias modernas y plurales en un mar de fanatismo y gobierno despótico, gozan de una facultad ilimitada para actuar en defensa de sus intereses vitales. Otra cosa es que efectivamente nos hallemos ante democracias reales que respetan los derechos humanos. El Nuevo Orden Internacional ya se encarga de hacer creer a todos sus excelencias democráticas al tiempo que se las niega a los demás países de la región. ¿Qué ocurriría si Siria lanzase un ataque contra el Golán ocupado para no sólo apuntalar su seguridad nacional sino también recuperar un territorio que legítimamente le pertenece? ¿Por qué Israel, que ocupa tres países y supone un peligro real para toda la zona, sí puede desarrollar su propio programa nuclear sin dar cuentas a nadie y no se le permite lo propio a los vecinos?
Pero hay más ventajas inherentes al sistema: así como Israel se ha creado sus patios traseros particulares (sur de Líbano y Autoridad Nacional Palestina), Turquía goza en el ámbito del Nuevo Orden Mundial de su lugar de desahogo particular en el norte de Iraq. (El radio de acción de EEUU es mucho más amplio, todo hay que decirlo: abarca desde Sudán a Libia, Afganistán, Irán, Centroamérica y sobre todo, Iraq). Allí, en el norte de Iraq, entran y salen los militares turcos cuando quieren, otra vez en aras de su seguridad nacional, utilizándolo como una espita inmejorable para ora dar rienda suelta a sus planes militares, ora camuflar los problemas internos, apelando siempre, claro está, a la dichosa seguridad nacional. Quién sabe: a lo mejor en el futuro, si el conflicto kurdo adquiere dimensiones insostenibles, se acaba creando un ente autónomo a la palestina en el Kurdistán turco con los mismos condicionantes que permiten hoy en día a Israel mantener bajo cuerda su dominio sobre Palestina.
Pero no se acaban ahí los beneficios del Nuevo Orden. A lo largo de la crisis, el gobierno de Ankara ha conminado en repetidas ocasiones a los sirios a no mentar siquiera los conflictos bilaterales entre uno y otro. Más aún, en las conversaciones confidenciales que antecedieron el acuerdo de Ádana se pedía a Damasco que renunciase a sus reivindicaciones sobre Alejandreta (Iskandarún en árabe, Hatay en turco) el agua y la colaboración militar con Israel, como si dialogar consistiese en imponer al otro lo que debe decir y lo que no. Esto recuerda a las moderadas y eclécticas posturas israelíes en sus peculiares negociaciones con los árabes, arrogándose el derecho a decidir los temas a debatir y el tono a emplear en ellos, negándose en redondo a entrar en cualquier discusión que no les parezca conveniente. Porque nadie, en definitiva, les ha de pedir cuentas. Todo se les permite pues no en vano sirven al gran imperio y gozan de un sistema democrático y parlamentario que debería ser ejemplo a seguir para todas las dictaduras arcaicas en derredor, cuyos militares deberían aprender de sus colegas turcos e israelíes a arreglárselas para tener las riendas bien cogidas sin que lo parezca (bueno, los militares turcos no es que se estén luciendo en este aspecto) y confeccionarse una democracia a la medida donde la segregación y la manipulación queden justificadas por la misma misión civilizadora intrínseca de esa democracia.

Un peón estratégico.

Si Turquía, tras años de servicio a la causa occidental, se ha acabado inscribiendo con todas las consecuencias en el núcleo duro del Nuevo Orden debería tener en cuenta unos cuantos detalles. En primer lugar, la irrupción de Turquía en el tablero activo de Oriente Medio como peón caminero al que se le han encomendado una serie de tareas precisas como crear un eje militar con Israel y aumentar la tensión con Siria, lejos de sanear su imagen exterior, puede convertirla en el segundo repelente niño Vicente de Oriente tras Israel. De este modo, Ankara compartiría con Tel Aviv el papel de malo regional, exponiéndose incluso a que le caiga alguno de los golpes que deberían ir dirigidos en exclusiva a Israel. Y Turquía debería calibrar con atención los pasos a dar en este campo.

Se ha comentado en las últimas fechas que los dirigentes turcos, tras el último rechazo de la Unión Europea en 1996 y el progreso de las tesis griegas sobre Chipre, han decidido inclinarse por completo a EEUU y el sionismo, con la esperanza de que los primeros les permitan hacerse un sitio más amplio en su contexto regional, y de que el segundo les ayude a mejorar su imagen internacional, sobre todo en el asunto kurdo, gracias al loby sionista en el congreso norteamericano y el formidable aparato propagandístico y publicitario que se yergue tras Israel. Pero han de tener en cuenta que el talón de Aquiles de la imagen exterior turca se halla en Europa, donde los movimientos kurdos despliegan una labor de zapa y deterioro constante contra Ankara, a lo que se ha de unir la displicencia sino hostilidad apreciable en algunos países europeos hacia lo turco y los inmigrantes turcos. Y no parece evidente que la maquinaria mediática filosionista vaya a poner todo su empeño en mejorar el haber público de un Estado que además de musulmán mantiene una pugna abierta con una minoría dentro de su población, sobre todo si tenemos en cuenta que a los fundadores de Israel, e incluso a sus dirigentes actuales, les gusta verse como minoría perseguida que brega, en lucha brava pero desigual, contra una mayoría musulmana que le niega su derecho a sobrevivir. Los principales apoyos a la causa kurda se encuentran en algunos Estados europeos como Bélgica, sede del canal de televisión del PKK y el parlamento kurdo en el exilio, o Alemania, donde viven unos 500 mil kurdos agrupados en diversas organizaciones de influencia social notable. Y no parece que una campaña de maquillaje ni mucho menos las amenazas y las invectivas como las desatadas en noviembre y diciembre contra Italia logren convencer a nadie de las tesis turcas sobre el conflicto kurdo.

En este contexto, ¿qué impele a Turquía a pensar que la adopción sin condiciones de la estrategia norteamericana-israelí para Oriente Medio le ha de reportar beneficios? Los últimos movimientos de Washington no parecen ir en la dirección deseada por Ankara. Tenemos en primer lugar el acuerdo entre los kurdos de Iraq de septiembre, en el que el gobierno turco no ha desempeñado función alguna al contrario de lo que ocurriera en tratados anteriores. Ya hemos señalado antes las consecuencias de este acuerdo, mas hay otra de gran significación para Turquía: la posibilidad de que los norteamericanos estén diseñando su propio borrador para la cuestión kurda sin contar con los criterios turcos. A esto se le une la rígida postura estadounidense respecto a Iraq que no augura un pronto levantamiento del embargo tal y como pretende Turquía, deseosa de resarcirse de las pérdidas económicas ocasionadas por la interrupción de los intercambios comerciales con el país vecino y el cierre del oleoducto iraquí que llegaba a las costas turcas. Ankara no ha obtenido todavía los réditos económicos esperados de su apoyo al ejército norteamericano en la Guerra del Golfo. Únicamente ha visto reforzado su rango privilegiado en el Nuevo Orden como brazo ejecutor de designios ajenos.

Tampoco en el aspecto kurdo se ha asegurado el apoyo de Washington: a pesar de que éste sustenta las tesis turcas sobre la impronta terrorista del PKK y su derecho a defenderse ante el terrorismo en general, la Administración norteamericana, en su habitual política de palo y zanahoria, no se abstiene de lamentar e incluso condenar las violaciones de derechos humanos en los territorios kurdos, así como la deplorable situación de sus cárceles. Más aún, tras la negativa de la UE al ingreso turco, desde Washington se llegó a comprender la decisión europea a la vista del nefasto registro turco en cuanto a los derechos humanos. Pero los desplantes norteamericanos no acaban aquí: hace poco, el Congreso aprobaba una resolución que condenaba las matanzas de armenios en 1915 a manos del ejército turco, a pesar de las peticiones de Ankara, que sufre en gran medida de la erosión causada por las reivindicativas organizaciones armenias en todo el mundo y sobre todo en EEUU, donde se puede hablar de un respetable loby armenio antiturco. Entonces, ¿qué está obteniendo Turquía a cambio de su entusiasta colaboración más allá del asesoramiento militar israelí? Da la impresión de que Washington sólo desea de ella que cumpla con un cometido policial-castrense restringido, no sólo al servicio directo de los intereses norteamericanos sino también sujeto a las coordenadas israelíes.

En resumen, los resultados de la crisis sirioturca arrojan todavía más dudas sobre la validez de la política exterior turca. Lejos de obtener beneficios políticos o militares sustanciosos, Ankara ha visto de nuevo resentida su ya maltrecha popularidad en el ámbito mundial. Puede ser que ante su opinión pública haya podido doblegar a la correosa Siria y obligarla a firmar un tratado de colaboración que no va a suponer, por otra parte, un cambio esencial en el conflicto armado con el PKK. Pero cara al exterior, la cosa cambia. Los países islámicos y árabes la han condenado con fuerza por su agresión verbal a Siria, y la UE ha rechazado en bloque las amenazas vertidas contra Italia, cerrando todavía más la puerta a su incorporación. Los norteamericanos han aprobado la incorporación de Ankara a la cantinela de la seguridad nacional y la lucha contra el terrorismo en cualquier lugar pero al mismo tiempo han descalificado una posible escalada militar contra Siria por considerarla contraproducente para sus intereses en un momento en que se disponían a reorganizar el llamado proceso de paz. Si acaso les convenía que alguien presionase a Siria, no que la agrediese. En el resto del mundo, en definitiva, no se ha terminado de comprender la convulsión turca, sobre todo frente a Italia. Parece que sólo le queda el apoyo de una Israel que nunca ocultó su adhesión a la escalada bélica turca contra Siria. Pero Ankara no debería confiar en un Estado que únicamente pretende utilizarla como infantería de leva contra sus enemigos árabes y beneficiarse de paso de sus recursos hídricos.

En realidad, Turquía no acaba de encontrar su sitio en el tablero regional e internacional desde el fin de la Guerra Fría. No ha conseguido erigirse en líder o siquiera portavoz de los Estados islámicos turanios surgidos de la extinta Unión Soviéticas, con lo que el sueño de una confederación de repúblicas turcas con centro en Ankara sigue quedando a trasmano. Su progresión hacia Europa se ha visto bruscamente frenada por el rechazo de la Unión que no sólo le ha dado con la puerta en las narices (con la excusa aparente de los derechos humanos y la debilidad económica bajo la que subyace además el miedo a un Estado musulmán con sesenta millones de habitantes) sino que además acoge con simpatía la candidatura de... Chipre. Turquía, deben pensar en Bruselas, quiere ingresar en Europa sólo para jugar al fútbol y cantar en Eurovisión.

Y mientras tanto, crece su aislamiento en el mundo araboislámico y Rusia la mira con recelo. Todas estas circunstancias, unidas a sus propias convulsiones internas, parecen constituir motivo suficiente, en opinión de los militares, para lanzar su apuesta radical por el Orden diseñado por Washington para Israel en Oriente Medio. Pero Turquía debería saber que la incorporación con armas y bagajes al nuevo-sempiterno sistema no le será rentable ni a mediano ni a largo plazo. Cuando ya no sirva, cuando no tenga sentido utilizarla, quién sabe si no pasará a ser ella también objeto de ataque y escarnio. Al fin y al cabo, Israel, y Turquía si se aviene al juego, no son más que peones en la estrategia diseñada por un demiurgo maquiavélico.

Pero Turquía no puede pretender interpretar una reedición del papel israelí por una sencilla razón: Turquía, ya sea como cabeza del Imperio otomano, ya como Estado moderno, tiene su sitio en la región desde hace siglos, es una nación forjada a sí misma, asentada sobre fundamentos humanos, históricos, sociales y políticos sólidos. Turquía no es un injerto transgénico: no se sustenta del latrocinio, la deportación, la usurpación, la fábula sangrante. La legitimidad de Turquía como nación, como Estado, como país, no nace de mitos ni leyendas ni de libros terribles que consagran la irracionalidad divina del bien y el mal, de los elegidos y los indeseados. Con sus virtudes y sus defectos, con su actuación triste y deplorable en los asuntos kurdo y armenio, con su genio para erigirse en nación tras el derrumbe del Imperio otomano, Turquía pertenece a un contexto humano y geográfico con el que no se le pide que esté de acuerdo ni en plena connivencia. Sólo que decida según sus propios intereses, que no tienen por qué ser ni los de los sirios ni los iraquíes ni los de nadie; pero que sean los que les dicta su propia conveniencia, sin regirse por los dictados de los demás, ya los de la megápolis del imperio, ya los de esa criatura abominable engendrada por el imperio que, por sus propias características, no sabe ni puede ni quiere crear la paz ni la estabilidad ni la confraternidad si no es según sus propias condiciones. Y no sabe ni puede ni quiere porque ha nacido del antagonismo, el crimen, la injusticia y el desprecio hacia una tierra y unas gentes que no habían hecho nada. No, Turquía no puede ser Israel.


Documento

TRATADO ANTITERRORISTA SIRIO-TURCO’ (20 de octubre, 1998)

"Tras los mensajes enviados en nombre de Siria por el Presidente de la República Árabe de Egipto, el Sr. Husni Mubarak, y el Ministro de Exteriores iraní, Remal Jarrazi, en representación del Presidente iraní, Seyid Mohammed Jatemi, así como por el Ministro de Exteriores egipcio, Amr Musa, las delegaciones turca y siria se han reunido en Ádana del 19 al 20 de octubre de 1998 para tratar el asunto de la cooperación antiterrorista.

Durante la reunión, Turquía repitió las propuestas comunicadas al Presidente egipcio con el objeto de eliminar la tensión actual en las relaciones de ambos países. Después, la parte turca expuso a la atención de la parte siria la respuesta que recibiera con anterioridad de Siria a través de la República Árabe de Egipto, que incluía las siguientes afirmaciones:

1. Ocalán no se encuentra en Siria y no se le permitirá bajo ningún concepto entrar en Siria.

2. No se permitirá la entrada en el país de los elementos del PKK en el extranjero.

3. Los campos del PKK ya no son operacionales y no volverán a serlo bajo ningún concepto.

4. Se ha arrestado a numerosos miembros del PKK y se les ha sometido a juicio. La lista de detenidos está disponible y Siria ya se la ha entregado a la parte turca.

La parte siria ha confirmado los puntos arriba mencionados. A continuación, las partes han llegado a un acuerdo en los puntos siguientes:

1. Siria, de acuerdo con el principio de reciprocidad, no permitirá cualquier acción proveniente de su territorio que trate de atentar contra la seguridad y estabilidad de Turquía. Siria no permitirá que el PKK obtenga armas, material logístico y apoyo financiero en su territorio ni tampoco le permitirá actividades propagandísticas.

2. Siria ha reconocido que el PKK es una organización terrorista. Siria ha prohibido en su territorio, al igual que ha hecho con otras organizaciones terroristas, todas las actividades del PKK y las organizaciones afiliadas a él.

3. Siria no permitirá ni dará facilidades al PKK para establecer campos que le sirvan de entrenamiento o refugio, ni tampoco desarrollar actividades comerciales en su territorio.

4. Siria no permitirá a los miembros del PKK utilizar Siria para pasar a terceros países.

5. Siria tomará todas las medidas necesarias para impedir que la dirección de la organización terrorista del PKK penetre en territorio sirio, y a tal efecto dará instrucciones a sus autoridades fronterizas.

Ambas partes han acordado establecer un mecanismo para asegurar la implementación efectiva de las medidas anteriormente citadas.

En este contexto:

a. Se establecerá de inmediato una línea telefónica directa entre los máximos órganos de seguridad de los dos países.

b. Las partes aportarán dos representantes especiales a sus misiones diplomáticas, que serán presentados a las autoridades del país anfitrión por los responsables de la misión.

c. La parte turca, en el marco de la lucha antiterrorista, ha propuesto a la parte siria el establecimiento de un sistema que permita cerciorarse del cumplimiento y efectividad del acuerdo de seguridad. La parte siria ha afirmado que presentará esta propuesta a sus superiores para su conformidad y que informará a Turquía del resultado lo antes posible.

d. Las partes turca y siria han acordado, a condición de obtener el consentimiento de Líbano, llevar a cabo la tarea de combatir al terrorismo del PKK dentro de un marco tripartito.

e. La parte siria se ha comprometido a tomar las medidas necesarias para la implementación de los puntos anteriormente citados y la consecución de resultados concretos.

Adana, 20 de octubre de 1998

Por la delegación turca, embajador Ugur Ziyal, Ministerio de Exteriores, Segundo Subsecretari

Por la delegación siria, General de Brigada Adnán Badr al-Hasan, responsable de Seguridad Política


Wednesday, March 23, 2005

SYRIA FROM UNITED STATES

OFFICIAL NAME:Syrian Arab Republic

Geography Area: 185,170 sq. km. (71,504 sq. mi.), including 1,295 sq. km. of Israeli-occupied territory; about the size of North Dakota.
Cities: Capital--Damascus (pop. 5 million).
Other cities--Aleppo (4.5 million),
Homs (1.8 million),
Hama (1.6 million),
Lattakia (1 million),
Idleb (1.2 million),
al-Hasakeh (1.3 million).
Terrain: Narrow coastal plain with a double mountain belt in the west; large, semiarid and desert plateau to the east.
Climate: Mostly desert; hot, dry, sunny summers (June to August) and mild, rainy winters (December to February) along coast.

People Nationality: Noun and adjective--Syrian(s).
Population (July 2003 est.): 18.2 million.
Growth rate (2004 est.): 2.4%.
Major ethnic groups: Arabs (90%), Kurds (9%), Armenians, Circassians, Turkomans.
Religions: Sunni Muslims (74%), Alawis (12%), Christians (10%), Druze (3%), and small numbers of other Muslim sects, Jews, and Yazidis.
Languages: Arabic (official), English and French (widely understood), Kurdish, Armenian, Aramaic, Circassian.
Education: Years compulsory--primary, 6 yrs. Attendance--98.7%. Literacy—89.7% male, 64% female.
Health (2002 est.): Infant mortality rate—23/1,000.
Life expectancy—68.47 yrs. male, 71.02 yrs. female.
Work force (5.5 million, 2002 est.):
Services (including government)-- 39.7%; agriculture--30.3%; industry and commerce--30%.

Government Type: Republic, under Arab Socialist Ba'ath Party regimes since March 1963.
Independence: April 17, 1946.
Constitution: March 13, 1973.
Branches:
Executive--president,
two vice presidents,
prime minister,
Council of Ministers (cabinet).
Legislative--unicameral People's Council.
Judicial--Supreme Constitutional Court, High Judicial Council, Court of Cassation, State Security Courts.
Administrative subdivisions: 13 provinces and city of Damascus (administered as a separate unit).
Political parties:
Arab Socialist Resurrection (Ba'ath) Party,
Syrian Arab Socialist Party,
Arab Socialist Union,
Syrian Communist Party,
Arab Socialist Unionist Movement,
Democratic Socialist Union Party.
Suffrage: Universal at 18.

Economy (2003 est.)GDP: $20.5 billion (at current prices).
Real growth rate: 3.3%.
Per capita GDP: $1,165.
Natural resources: Crude oil and natural gas, phosphates, asphalt, rock salt, marble, gypsum, iron ore, chrome and manganese ores
Agriculture: Products--cotton, wheat, barley, sugar beets, fruits and vegetables. Arable land—32%.
Industry: Types--mining, manufacturing (textiles, food processing), construction, petroleum.
Trade: Exports--$5.143 billion: petroleum, textiles, phosphates, antiquities, fruits and vegetables, cotton.
Major markets--EU, Arab countries, U.S., New Independent States, Eastern Europe.
Imports--$4.845 billion: foodstuffs, metal and metal products, machinery, textiles, petroleum.
Major suppliers--Germany, Turkey, Italy, France, U.S., Japan.

PEOPLE
Ethnic Syrians are of Semitic stock. Syria's population is 90% Muslim--74% Sunni, and 16% other Muslim groups, including the Alawi, Shi'a, and Druze--and 10% Christian. There also is a tiny Syrian Jewish community.

Arabic is the official, and most widely spoken, language. Arabs, including some 400,000 Palestinian refugees, make up 90% of the population. Many educated Syrians also speak English or French, but English is the more widely understood. The Kurds, many of whom speak Kurdish, make up 9% of the population and live mostly in the northeast corner of Syria, though sizable Kurdish communities live in most major Syrian cities as well. Armenian and Turkic are spoken among the small Armenian and Turkoman populations.

Most people live in the Euphrates River valley and along the coastal plain, a fertile strip between the coastal mountains and the desert. Overall population density is about 140 per sq. mi. Education is free and compulsory from ages 6 to 11. Schooling consists of 6 years of primary education followed by a 3-year general or vocational training period and a 3-year academic or vocational program. The second 3-year period of academic training is required for university admission. Total enrollment at post-secondary schools is over 150,000. The literacy rate of Syrians aged 15 and older is 78% for males and 51% for females.

Ancient Syria's cultural and artistic achievements and contributions are many.
Archaeologists have discovered extensive writings and evidence of a brilliant culture rivaling those of Mesopotamia and Egypt in and around the ancient city of Ebla. Later Syrian scholars and artists contributed to Hellenistic and Roman thought and culture. Zeno of Sidon founded the Epicurean school; Cicero was a pupil of Antiochus of Ascalon at Athens; and the writings of Posidonius of Apamea influenced Livy and Plutarch. Syrians have contributed to Arabic literature and music and have a proud tradition of oral and written poetry. Although declining, the world-famous handicraft industry still employs thousands.

HISTORY
Archaeologists have demonstrated that Syria was the center of one of the most ancient civilizations on earth. Around the excavated city of Ebla in northern Syria, discovered in 1975, a great Semitic empire spread from the Red Sea north to Turkey and east to Mesopotamia from 2500 to 2400 B.C. The city of Ebla alone during that time had a population estimated at 260,000. Scholars believe the language of Ebla to be the oldest Semitic language.

Syria was occupied successively by Canaanites, Phoenicians, Hebrews, Arameans, Assyrians, Babylonians, Persians, Greeks, Romans, Nabataeans, Byzantines, and, in part, Crusaders before finally coming under the control of the Ottoman Turks. Syria is significant in the history of Christianity; Paul was converted on the road to Damascus and established the first organized Christian Church at Antioch in ancient Syria, from which he left on many of his missionary journeys.

Damascus, settled about 2500 B.C., is one of the oldest continuously inhabited cities in the world. It came under Muslim rule in A.D. 636. Immediately thereafter, the city's power and prestige reached its peak, and it became the capital of the Omayyad Empire, which extended from Spain to India from A.D. 661 to A.D. 750, when the Abbasid caliphate was established at Baghdad, Iraq.

Damascus became a provincial capital of the Mameluke Empire around 1260. It was largely destroyed in 1400 by Tamerlane, the Mongol conqueror, who removed many of its craftsmen to Samarkand. Rebuilt, it continued to serve as a capital until 1516. In 1517, it fell under Ottoman rule. The Ottomans remained for the next 400 years, except for a brief occupation by Ibrahim Pasha of Egypt from 1832 to 1840.

French Occupation, In 1920, an independent Arab Kingdom of Syria was established under King Faysal of the Hashemite family, who later became King of Iraq. However, his rule over Syria ended after only a few months, following the clash between his Syrian Arab forces and regular French forces at the battle of Maysalun. French troops occupied Syria later that year after the League of Nations put Syria under French mandate. With the fall of France in 1940, Syria came under the control of the Vichy Government until the British and Free French occupied the country in July 1941. Continuing pressure from Syrian nationalist groups forced the French to evacuate their troops in April 1946, leaving the country in the hands of a republican government that had been formed during the mandate.

Independence to 1970, Although rapid economic development followed the declaration of independence of April 17, 1946, Syrian politics from independence through the late 1960s were marked by upheaval. A series of military coups, begun in 1949, undermined civilian rule and led to army colonel Adib Shishakli's seizure of power in 1951. After the overthrow of President Shishakli in a 1954 coup, continued political maneuvering supported by competing factions in the military eventually brought Arab nationalist and socialist elements to power.

Syria's political instability during the years after the 1954 coup, the parallelism of Syrian and Egyptian policies, and the appeal of Egyptian President Gamal Abdel Nasser's leadership in the wake of the 1956 Suez crisis created support in Syria for union with Egypt. On February 1, 1958, the two countries merged to create the United Arab Republic, and all Syrian political parties ceased overt activities.

The union was not a success, however. Following a military coup on September 28, 1961, Syria seceded, reestablishing itself as the Syrian Arab Republic. Instability characterized the next 18 months, with various coups culminating on March 8, 1963, in the installation by leftist Syrian Army officers of the National Council of the Revolutionary Command (NCRC), a group of military and civilian officials who assumed control of all executive and legislative authority. The takeover was engineered by members of the Arab Socialist Resurrection Party (Ba'ath Party), which had been active in Syria and other Arab countries since the late 1940s. The new cabinet was dominated by Ba'ath members.

The Ba'ath takeover in Syria followed a Ba'ath coup in Iraq the previous month. The new Syrian Government explored the possibility of federation with Egypt and Ba'ath--controlled Iraq. An agreement was concluded in Cairo on April 17, 1963, for a referendum on unity to be held in September 1963. However, serious disagreements among the parties soon developed, and the tripartite federation failed to materialize. Thereafter, the Ba'ath regimes in Syria and Iraq began to work for bilateral unity. These plans foundered in November 1963, when the Ba'ath regime in Iraq was overthrown. In May 1964, President Amin Hafiz of the NCRC promulgated a provisional constitution providing for a National Council of the Revolution (NCR), an appointed legislature composed of representatives of mass organizations--labor, peasant, and professional unions--a presidential council, in which executive power was vested, and a cabinet.
On February 23, 1966, a group of army officers carried out a successful, intra-party coup, imprisoned President Hafiz, dissolved the cabinet and the NCR, abrogated the provisional constitution, and designated a regionalist, civilian Ba'ath government. The coup leaders described it as a "rectification" of Ba'ath Party principles. The defeat of the Syrians and Egyptians in the June 1967 war with Israel weakened the radical socialist regime established by the 1966 coup. Conflict developed between a moderate military wing and a more extremist civilian wing of the Ba'ath Party. The 1970 retreat of Syrian forces sent to aid the PLO during the "Black September" hostilities with Jordan reflected this political disagreement within the ruling Ba'ath leadership. On November 13, 1970, Minister of Defense Hafiz al-Asad affected a bloodless military coup, ousting the civilian party leadership and assuming the role of prime minister.

1970 to 2000, Upon assuming power, Hafiz al-Asad moved quickly to create an organizational infrastructure for his government and to consolidate control. The Provisional Regional Command of Asad's Arab Ba'ath Socialist Party nominated a 173-member legislature, the People's Council, in which the Ba'ath Party took 87 seats. The remaining seats were divided among "popular organizations" and other minor parties. In March 1971, the party held its regional congress and elected a new 21-member Regional Command headed by Asad. In the same month, a national referendum was held to confirm Asad as President for a 7-year term. In March 1972, to broaden the base of his government, Asad formed the National Progressive Front, a coalition of parties led by the Ba'ath Party, and elections were held to establish local councils in each of Syria's 14 governorates.
In March 1973, a new Syrian constitution went into effect followed shortly thereafter by parliamentary elections for the People's Council, the first such elections since 1962.

The authoritarian regime was not without its critics, though most were quickly dealt with. A serious challenge arose in the late 1970s, however, from fundamentalist Sunni Muslims, who reject the basic values of the secular Ba'ath program and object to rule by the Alawis, whom they consider heretical. From 1976 until its suppression in 1982, the archconservative Muslim Brotherhood led an armed insurgency against the regime. In response to an attempted uprising by the brotherhood in February 1982, the government crushed the fundamentalist opposition centered in the city of Hama, leveling parts of the city with artillery fire and causing many thousands of dead and wounded. Since then, public manifestations of anti-regime activity have been very limited.

Syria's 1990 participation in the U.S.-led multinational coalition aligned against Saddam Hussein marked a dramatic watershed in Syria's relations both with other Arab states and with the West. Syria participated in the multilateral Middle East Peace Conference in Madrid in October 1991, and during the 1990s engaged in direct, face-to-face negotiations with Israel. These negotiations failed, and there have been no further Syrian-Israeli talks since President Hafiz Al-Asad's meeting with then President Bill Clinton in Geneva in March 2000.

Hafiz Al-Asad died on June 10, 2000, after 30 years in power. Immediately following Al-Asad's death, the Parliament amended the constitution, reducing the mandatory minimum age of the President from 40 to 34 years old, which allowed his son, Bashar Al-Asad legally to be eligible for nomination by the ruling Ba'ath party. On July 10, 2000, Bashar Al-Asad was elected President by referendum in which he ran unopposed, garnering 97.29% of the vote, according to Syrian government statistics.

2000 to 2004, In the aftermath of September 11, 2001 the Syrian government began limited cooperation with U.S. in the global war against terrorism. However, Syria opposed the Iraq war in March 2003, and bilateral relations with the U.S. swiftly deteriorated. In December 2003, President Bush signed into law the Syria Accountability and Lebanese Sovereignty Restoration Act of 2003, which provided for the imposition of a series of sanctions against Syria if Syria did not end its support for Palestinian terrorist groups, end its military and security presence in Lebanon, cease its pursuit of weapons of mass destruction, and meet its obligations under United Nations Security Council resolutions regarding the stabilization and reconstruction of Iraq. In May 2004, the President determined that Syria had not met these conditions and implemented sanctions that prohibit the export to Syria of items on the U.S. Munitions List and Commerce Control List, the export to Syria of U.S. products except for food and medicine, and the taking off from or landing in the United States of Syrian government-owned aircraft. At the same time, the U.S. Department of the Treasury announced its intention to order U.S. financial institutions to sever correspondent accounts with the Commercial Bank of Syria based on money-laundering concerns, pursuant to Section 311 of the USA PATRIOT Act. Acting under the International Emergency Economic Powers Act (IEEPA), the President also authorized the Secretary of the Treasury, in consultation with the Secretary of State, to freeze assets belonging to certain Syrian individuals and government entities.

GOVERNMENT
The Syrian constitution vests the Arab Ba'ath Socialist Party with leadership functions in the state and society and provides broad powers to the president. The president, approved by referendum for a 7-year term, also is Secretary General of the Ba'ath Party and leader of the National Progressive Front. The president has the right to appoint ministers, to declare war and states of emergency, to issue laws (which, except in the case of emergency, require ratification by the People's Council), to declare amnesty, to amend the constitution, and to appoint civil servants and military personnel.

Along with the National Progressive Front, the president decides issues of war and peace and approves the state's 5-year economic plans. The National Progressive Front also acts as a forum in which economic policies are debated and the country's political orientation is determined. However, because of Ba'ath Party dominance, the National Progressive Front has traditionally exercised little independent power.

The Syrian constitution of 1973 requires that the president be Muslim but does not make Islam the state religion. Islamic jurisprudence, however, is required to be a main source of legislation. The judicial system in Syria is an amalgam of Ottoman, French, and Islamic laws, with three levels of courts: courts of first instance, courts of appeals, and the constitutional court, the highest tribunal. In addition, religious courts handle questions of personal and family law.

The Ba'ath Party emphasizes socialism and secular Arabism. Although Ba'ath Party doctrine seeks to build national rather than ethnic identity, ethnic, religious, and regional allegiances remain important in Syria.

Members of President Asad's own sect, the Alawis, hold most of the important military and security positions. In recent years there has been a gradual decline in the party's preeminence, often in favor of the leadership of the broader National Progressive Front. The party also is now dominated by the military, which consumes a large share of Syria's economic resources.

Syria is divided administratively into 14 provinces, one of which is Damascus. A governor, whose appointment is proposed by the minister of the interior, approved by the cabinet, and announced by executive decree, heads each province. The governor is assisted by an elected provincial council.

Principal Government Officials
President--Bashar Al-Asad
Vice President--'Abd Al-Halim ibn Sa'id Khaddam
Vice President--Muhammad Zuhayr Mashariqa
Prime Minister-- Muhammad Naji Utri
Minister of Foreign Affairs--Farouk Al-Shara'
Ambassador to the United States--Ambassador Imad Moustapha
Ambassador to the United Nations--Ambassador Faisal Miqdad

Syria maintains an embassy in the United States at 2215 Wyoming Avenue, NW, Washington, DC 20008 (tel. 202-232-6313; fax: 202-234-9548).
Consular section hours are 10:00 a.m.-2:00 p.m., Monday-Friday.
Syria also has an honorary consul at 5433 Westheimer Rd., Suite 1020, Houston, TX 77056 (tel. 713-622-8860; fax. 713-965-9632).

POLITICAL CONDITIONS
Officially, Syria is a republic. In reality, however, it is an authoritarian regime that exhibits only the forms of a democratic system. Although citizens ostensibly vote for the President and members of Parliament, they do not have the right to change their government. The late President Hafiz Al-Asad was confirmed by unopposed referenda five times. His son, Bashar Al-Asad, also was confirmed by an unopposed referendum in July 2000. The President and his senior aides, particularly those in the military and security services, ultimately make most basic decisions in political and economic life, with a very limited degree of public accountability. Political opposition to the President is not tolerated. Syria has been under a state of emergency since 1963. Syrian governments have justified martial law by the state of war, which continues to exist with Israel and by continuing threats posed by terrorist groups.

The Asad regime (little has changed since Bashar Al-Asad succeeded his father) has held power longer than any other government since independence; its survival is due partly to a strong desire for stability and the regime's success in giving groups such as religious minorities and peasant farmers a stake in society. The expansion of the government bureaucracy has also created a large class loyal to the regime. The President's continuing strength is due also to the army's continued loyalty and the effectiveness of Syria's large internal security apparatus, both comprised largely of members of Asad's own Alawi sect. The several main branches of the security services operate independently of each other and outside of the legal system. Each continues to be responsible for human rights violations.

All three branches of government are guided by the views of the Ba'ath Party, whose primacy in state institutions is assured by the constitution. The Ba'ath platform is proclaimed succinctly in the party's slogan: "Unity, freedom, and socialism." The party is both socialist, advocating state ownership of the means of industrial production and the redistribution of agricultural land, and revolutionary, dedicated to carrying a socialist revolution to every part of the Arab world. Founded by Michel 'Aflaq, a Syrian Christian and Salah al-Din Al-Bitar, a Syrian Sunni, the Ba'ath Party embraces secularism and has attracted supporters of all faiths in many Arab countries, especially Iraq, Jordan, and Lebanon. Since August 1990, however, the party has tended to de-emphasize socialism and to stress pan-Arab unity.

Six smaller political parties are permitted to exist and, along with the Ba'ath Party, make up the National Progressive Front (NPF), a grouping of parties that represents the sole framework of legal political party participation for citizens. While created ostensibly to give the appearance of a multi-party system, the NPF is dominated by the Ba'ath Party and does not change the essentially one-party character of the political system. Non-Ba'ath Party members of the NPF exist as political parties largely in name only and conform strictly to Ba'ath Party and government policies. There were reports in 2000 that the government was considering legislation to expand the NPF to include new parties and several parties previously banned; these changes have not taken place.

The Ba'ath Party dominates the Parliament, which is known as the People's Council. Elected every 4 years, the Council has no independent authority. Although parliamentarians may criticize policies and modify draft laws, they cannot initiate laws, and the executive branch retains ultimate control over the legislative process. During 2002, two independent members of Parliament who had advocated political reforms were stripped of their parliamentary immunity and tried and convicted of charges of "attempting to illegally change the constitution." The government has allowed independent non-NPF candidates to run for a limited allotment of seats in the 250-member People's Council. The current allotment of non-NPF deputies is 83, ensuring a permanent absolute majority for the Ba'ath Party-dominated NPF. Elections for the 250 seats in the People's Council last took place in 2003.

There was a surge of interest in political reform after Bashar al-Asad assumed power in 2000. Human rights activists and other civil society advocates, as well as some Parliamentarians, became more outspoken during a period referred to as "Damascus Spring" (July 2000-February 2001). Asad also made a series of appointments of reform-minded advisors to formal and less formal positions, and included a number of similarly oriented individuals in his Cabinet. The arrest and long-term detention of two reformist Parliamentarians, Ma’mun al-Humsy and Riad Seif, in August and September 2001, respectively, and the apparent marginalizing of some of the reformist advisors in the past four years, indicate that the pace of any political reform in Syria is likely to much slower than the short-lived Damascus Spring promised.

ECONOMY
Syria is a middle-income, developing country with a diversified economy based on agriculture, industry, and energy. During the 1960s, citing its state socialist ideology, the government nationalized most major enterprises and adopted economic policies designed to address regional and class disparities. This legacy of state intervention and price, trade, and foreign exchange controls still hampers economic growth, although the government has begun to revisit many of these policies, especially vis-à-vis the financial sector and the country's trade regime. Despite a number of significant reforms and ambitious development projects of the early 1990s, as well as more modest reform efforts currently underway, Syria's economy still is slowed by large numbers of poorly performing public sector firms, low investment levels, and relatively low industrial and agricultural productivity.

Despite the mitigation of the severe drought that plagued the region in the late 1990s and the recovery of energy export revenues, Syria's economy faces serious challenges. With almost 60% of its population under the age of 20, unemployment higher than the current estimated range of 20%-25% is a real possibility unless sustained and strong economic growth takes off. Oil production has leveled off, but recent agreements allowing increased foreign investment in the petroleum sector may boost production in two to three years.

Taken as a whole, Syrian economic reform thus far has been incremental and gradual, with privatization not even on the distant horizon. The government, however, has begun to address structural deficiencies in the economy such as the lack of a modern financial sector through changes to the legal and regulatory environment. In 2001, Syria legalized private banking. In 2004, four private banks began operations. In August 2004, a committee was formed to supervise the establishment of a stock market. Beyond the financial sector, the Syrian Government has enacted major changes to rental and tax laws, and is reportedly considering similar changes to the commercial code and to other laws, which impact property rights.

Commerce has always been important to the Syrian economy, which benefited from the country's location along major east-west trade routes. Syrian cities boast both traditional industries such as weaving and dried-fruit packing and modern heavy industry. Given the policies adopted from the 1960s through the late 1980s, Syria failed to join an increasingly interconnected global economy. In late 2001, however, Syria submitted a request to the World Trade Organization to begin the accession process. Syria had been an original contracting party of the former General Agreement on Tariffs and Trade but withdrew in 1951 because of Israel's joining. Major elements of current Syrian trade rules would have to change in order to be consistent with the WTO. Syria is intent on signing an Association Agreement with the European Union that would entail significant trade liberalization.

The bulk of Syrian imports have been raw materials essential for industry, agriculture, equipment, and machinery. Major exports include crude oil, refined products, raw cotton, clothing, fruits, and grains. Earnings from oil exports are one of the government's most important sources of foreign exchange.
Of Syria's 72,000 square miles, roughly one-third is arable, with 80% of cultivated areas dependent on rainfall for water. In recent years, the agriculture sector has recovered from years of government inattentiveness and drought. Most farms are privately owned, but the government controls important elements of marketing and transportation.

The government has redirected its economic development priorities from industrial expansion into the agricultural sectors in order to achieve food self-sufficiency, enhance export earnings, and stem rural migration. Thanks to sustained capital investment, infrastructure development, subsidies of inputs, and price supports, Syria has gone from a net importer of many agricultural products to an exporter of cotton, fruits, vegetables, and other foodstuffs. One of the prime reasons for this turnaround has been the government's investment in huge irrigation systems in northern and northeastern Syria, part of a plan to increase irrigated farmland by 38% over the next decade.

Syria has produced heavy-grade oil from fields located in the northeast since the late 1960s. In the early 1980s, light-grade, low-sulphur oil was discovered near Dayr az Zawr in eastern Syria. This discovery relieved Syria of the need to import light oil to mix with domestic heavy crude in refineries. Recently, Syrian oil production has been about 530,000 barrels per day. Although its oil reserves are small compared to those of many other Arab states, Syria's petroleum industry accounts for a majority of the country's export income. The government has successfully begun to work with international energy companies to develop Syria's promising natural gas reserves, both for domestic use and export. U.S. energy firm, ConocoPhillips, completed a large natural gas gathering and production facility for Syria in late 2000, and will continue to serve as operator of the plant until December 2005. In 2003, Syria experienced some success in attracting U.S. Petroleum companies, signing an exploration deal with partners Devon Energy and Gulfsands and a seismic survey contract with Veritas.

Ad hoc economic liberalization continues to provide hope to Syria's private sector. In 1990, the government established an official parallel exchange rate (neighboring country rate) to provide incentives for remittances and exports through official channels. This action improved the supply of basic commodities and contained inflation by removing risk premiums on smuggled commodities.

Over time, the government has increased the number of transactions to which the more favorable neighboring country exchange rate applies. The government also introduced a quasi-rate for noncommercial transactions in 2001 broadly in line with prevailing black market rates. Exchange-rate unification remains an elusive goal as pressure is building for Syria to harmonize its exchange rate system.

Given the poor development of its own capital markets and Syria's lack of access to international money and capital markets, monetary policy remains captive to the need to cover the fiscal deficit. Although in 2003 Syria lowered interests rates for the first time in 22 years and again in 2004, rates remain fixed by law. In a positive move in 2003, Syria canceled an old and troublesome law governing foreign currency exchange; however, new regulations have yet to be implemented. Some basic commodities continue to be heavily subsidized, and social services are provided for nominal charges.

Syria has made progress in easing its heavy foreign debt burden through bilateral rescheduling deals with virtually all of its key creditors in Europe, although debt owed to the former Soviet Union remains an unsolved problem.

NATIONAL SECURITY
President Bashar Al-Asad is commander in chief of the Syrian armed forces, comprising some 400,000 troops upon mobilization. The military is a conscripted force; males serve 30 months in the military upon reaching the age of 18. About 17,000 Syrian soldiers are currently deployed in Lebanon. The breakup of the Soviet Union--long the principal source of training, material, and credit for the Syrian forces--has slowed Syria's ability to acquire modern military equipment. Nevertheless, its military remains one of the largest and most capable in the region. Syria received significant financial aid from Gulf Arab states as a result of its participation in the Gulf War, with a sizable portion of these funds earmarked for military spending. Besides sustaining its conventional forces, Syria seeks to develop its weapons of mass destruction (WMD) capability.

FOREIGN RELATIONS
Ensuring national security, increasing influence among its Arab neighbors, and achieving a comprehensive Arab-Israeli peace settlement, which includes the return of the Golan Heights, are the primary goals of President Asad's foreign policy.

Relations With Other Arab CountriesSyria's relations with the Arab world were strained by its support for Iran during the Iran-Iraq War, which began in 1980. With the end of the war in August 1988, Syria began a slow process of reintegration with the other Arab states. In 1989, it joined with the rest of the Arab world in readmitting Egypt to the 19th Arab League Summit at Casablanca.

This decision, prompted in part by Syria's need for Arab League support of its own position in Lebanon, marked the end of the Syrian-led opposition to Egypt and the 1977-79 Sadat initiatives toward Israel, as well as the Camp David accords. It coincided with the end of the 10-year Arab subsidy to Syria and other front-line Arab countries pledged at Baghdad in 1978. Syria reestablished full diplomatic relations with Egypt in 1989. In the 1990-91 Gulf War, Syria joined other Arab states in the U.S.-led multinational coalition against Iraq. In 1998, Syria began a slow rapprochement with Iraq, driven primarily by economic needs. Syria continues to play an active pan-Arab role, which has intensified as the peace process collapsed in September 2000 with the start of the second Palestinian uprising (Intifada) against Israel.

Though it voted in favor of UNSCR 1441 in 2002, Syria was against coalition military action in Iraq in 2003. However, the Syrian government accepted UNSCR 1483 (after being absent for the actual vote), which lifted sanctions on Iraq and established a framework to assist the Iraqi people in determining their political future and rebuilding their economy. Syria also voted for UNSCR 1511, which called for greater international involvement in Iraq and addressed the transfer of sovereignty from the U.S.-led coalition. Since the transfer of sovereignty in Iraq on June 28, 2004, Syria has extended qualified support to the Interim Iraqi Government and pledged to cooperate in the areas of border security, repatriation of Iraqi assets, and eventual restoration of formal diplomatic relations. While Syria has taken some steps to tighten controls along the Syria-Iraq border, Syria remains one of the primary transit points for foreign fighters and weapons entering Iraq.

Involvement in Lebanon.- Syria plays an important role in Lebanon by virtue of its history, size, power, and economy. Lebanon was part of post-Ottoman Syria until 1926. The presence of Syrian troops in Lebanon dates to 1976, when President Asad intervened in the Lebanese civil war on behalf of Maronite Christians. Following the 1982 Israeli invasion of Lebanon, Syrian and Israeli forces clashed in eastern Lebanon. The late U.S. Ambassador Philip Habib negotiated a cease-fire in Lebanon and the subsequent evacuation of PLO fighters from West Beirut.
However, Syrian opposition blocked implementation of the May 17, 1983, Lebanese-Israeli accord on the withdrawal of Israeli forces from Lebanon. Following the February 1984 withdrawal of the UN Multinational Force from Beirut and the departure of most of Israel's forces from southern Lebanon a year later, Syria launched an unsuccessful initiative to reconcile warring Lebanese factions and establish a permanent cease-fire. Syria actively participated in the March-September 1989 fighting between the Christian Lebanese Forces and Muslim forces allied with Syria. In 1989, Syria endorsed the Charter of National Reconciliation, or "Taif Accord," a comprehensive plan for ending the Lebanese conflict negotiated under the auspices of Saudi Arabia, Algeria, and Morocco.

At the request of Lebanese President Hrawi, the Syrian military took joint action with the Lebanese Armed Forces on October 13, 1990, to oust rebel Gen. Michel Aoun who had defied efforts at reconciliation with the legitimate Government of Lebanon. The process of disarming and disbanding the many Lebanese militias began in earnest in early 1991. In May 1991, Lebanon and Syria signed the treaty of brotherhood, cooperation, and coordination called for in the Taif Accord, which is intended to provide the basis for many aspects of Syrian-Lebanese relations. The treaty provides the most explicit recognition to date by the Syrian Government of Lebanon's independence and sovereignty.

According to the U.S. interpretation of the Taif Accord, Syria and Lebanon were to have decided on the redeployment of Syrian forces from Beirut and other coastal areas of Lebanon by September 1992. Israeli occupation of Lebanon until May 2000, the breakdown of peace negotiations between Syria and Israel that same year, and intensifying Arab/Israeli tensions since the start of the second Palestinian uprising in September 2000 have helped delay full implementation of the Taif Accords. The United Nations declared that Israel's withdrawal from southern Lebanon fulfilled the requirements of UN Security Council Resolution 425.
However, Syria and Lebanon claimed that UNSCR 425 had not been fully implemented because Israel did not withdraw from an area of the Golan Heights called Sheba Farms, which had been occupied by Israel in 1967, and which Syria now claimed was part of Lebanon. The United Nations does not recognize this claim. However, Lebanese resistance groups such as Hizballah use it to justify attacks against Israeli forces in that region, creating a potentially dangerous flashpoint along the Lebanon-Israeli border. The UN Interim Force in Lebanon (UNIFIL) maintains about 2,000 troops in southern Lebanon tasked with ensuring peace and security along the frontier and overseeing the eventual return of effective Lebanese government and military authority throughout the border region.

In 2004, Syria still maintained approximately 17,000 troops in Lebanon. The U.S. supports a sovereign, independent Lebanon, free of all foreign forces, and believes that the best interests of both Lebanon and Syria are served by a positive and constructive relationship based upon principles of mutual respect and non-intervention between two neighboring sovereign and independent states. The U.S. supports the immediate withdrawal of Syrian and Iranian forces from Lebanon, consistent with the spirit of the Taif Accord, that calls for the extension of Lebanese government control over the entire territory of Lebanon.

Arab-Israeli Relations.- Syria was an active belligerent in the 1967 Arab-Israeli War, which resulted in Israel's occupation of the Golan Heights and the city of Quneitra. Following the October 1973 Arab-Israeli War, which left Israel in occupation of additional Syrian territory, Syria accepted UN Security Council Resolution 338, which signaled an implicit acceptance of Resolution 242. Resolution 242, which became the basis for the peace process negotiations begun in Madrid, calls for a just and lasting Middle East peace to include withdrawal of Israeli armed forces from territories occupied in 1967; termination of the state of belligerency; and acknowledgment of the sovereignty, territorial integrity, and political independence of all regional states and of their right to live in peace within secure and recognized boundaries.

As a result of the mediation efforts of then U.S. Secretary of State Henry Kissinger, Syria and Israel concluded a disengagement agreement in May 1974, enabling Syria to recover territory lost in the October war and part of the Golan Heights occupied by Israel since 1967, including Quneitra. The two sides have effectively implemented the agreement, which is monitored by UN forces.

In December 1981, the Israeli Knesset voted to extend Israeli law to the part of the Golan Heights over which Israel retained control. The UN Security Council subsequently passed a resolution calling on Israel to rescind this measure. Syria participated in the Middle East Peace Conference in Madrid in October 1991. Negotiations were conducted intermittently through the 1990s, and came very close to succeeding. However, the parties were unable to come to an agreement over Syria's nonnegotiable demand that Israel withdraw to the positions it held on June 4, 1967. The peace process collapsed following the outbreak of the second Palestinian (Intifada) uprising in September 2000, though Syria continues to call for a comprehensive settlement based on UN Security Council Resolutions 242 and 338, and the land-for-peace formula adopted at the 1991 Madrid conference.

Tensions between Israel and Syria increased as the Intifada dragged on, primarily as a result of Syria's unwillingness to stop giving sanctuary to Palestinian terrorist groups conducting operations against Israel. In October 2003, following a suicide bombing carried out by a member of Palestinian Islamic Jihad in Haifa that killed 20 Israeli citizens, Israeli Defense Forces attacked a suspected Palestinian terrorist training camp 15 kilometers north of Damascus. This was the first such Israeli attack deep inside Syrian territory since the 1973 war.

Membership in International Organizations.- Syria is a member of the Arab Bank for Economic Development in Africa,
Arab Fund for Economic and Social Development,
Arab League,
Arab Monetary Fund,
Council of Arab Economic Unity,
Customs Cooperation Council,
Economic and Social Commission for Western Asia,
Food and Agricultural Organization,
Group of 24,
Group of 77,
International Atomic Energy Agency,
International Bank for Reconstruction and Development, International Civil Aviation Organization,
International Chamber of Commerce,
International Development Association,
Islamic Development Bank, International Fund for Agricultural Development,
International Finance Corporation,
International Labor Organization,
International Monetary Fund,
International Maritime Organization,
INTERPOL,
International Olympic Committee,
International Organization for Standardization,
International Telecommunication Union,
League of Red Cross and Red Crescent Societies,
Non-Aligned Movement,
Organization of Arab Petroleum Exporting Countries, Organization of the Islamic Conference,
United Nations,
UN Conference on Trade and Development,
UN Industrial Development Organization,
UN Relief and Works Agency for Palestine Refugees in the Near East,
Universal Postal Union,
World Federation of Trade Unions,
World Health Organization,
World Meteorological Organization, and
World Tourism Organization.

Syria's 2-year term as a nonpermanent member of the UN Security Council ended in December 2003.

U.S.-SYRIAN RELATIONS
U.S.-Syrian relations, severed in 1967, were resumed in June 1974, following the achievement of the Syrian-Israeli disengagement agreement. In recent years, Syria and the U.S. have worked together in areas of mutual interest. In 1990-91, Syria cooperated with the U.S. as a member of the multinational coalition of forces in the Gulf War. The U.S. and Syria also consulted closely on the Taif Accord, ending the civil war in Lebanon. In 1991, President Asad made a historic decision to accept then President Bush's invitation to attend a Middle East peace conference and to engage in subsequent bilateral negotiations with Israel. Syria's efforts to secure the release of Western hostages held in Lebanon and its lifting of restrictions on travel by Syrian Jews helped further to improve relations between Syria and the United States. There were several presidential summits; the last one occurred when then-President Clinton met the late President Hafiz al-Asad in Geneva in March 2000. In the aftermath of September 11 the Syrian government began limited cooperation with U.S. in the war against terror.

The U.S. continues to have serious differences with Syria, however. Syria has been on the U.S. list of state sponsors of terrorism since the list's inception in 1979. Because of its continuing support and safe haven for terrorist organizations, Syria is subject to legislatively mandated penalties, including export sanctions and ineligibility to receive most forms of U.S. aid or to purchase U.S. military equipment. In 1986, the U.S. withdrew its ambassador and imposed additional administrative sanctions on Syria in response to evidence of direct Syrian involvement in an attempt to blow up an Israeli airplane.
A U.S. ambassador returned to Damascus in 1987, partially in response to positive Syrian actions against terrorism such as expelling the Abu Nidal Organization from Syria and helping free an American hostage earlier that year. There is no evidence that Syrian officials have been directly involved in planning or executing terrorist attacks since 1986. Other issues of U.S. concern include the Syrian government’s human rights record, its support for terrorist groups in Syria and Lebanon, its pursuit of weapons of mass destruction, its continued military and security presence in Lebanon, and since the Iraq war, infiltration of foreign fighters and weapons across the Syrian-Iraqi border.
In May 2004, the Bush administration, pursuant to the provisions of the Syrian Accountability and Lebanese Sovereignty Restoration Act, implemented sanctions on Syria.

Principal U.S. OfficialsAmbassador—
Deputy Chief of Mission—Stephen Seche
Political Counselor—William Roebuck
Economic/Commercial Officer—Stephen O'Dowd
Consular Officer—Steven Koutsis
Management Officer—Catherine Casares
Public Affairs Officer—Chris Eccel
Defense Attaché—Col. David Jesmer

The
U.S. Embassy is located at Abu Roumaneh, Al-Mansur St. No. 2; P.O. Box 29; Tel. (963)(11) 3331342, 3333232 (after hours); USIS Tel: 3331878, 3338413, 3311280; telex 411919 USDAMA SY; FAX (963)(11) 2247938.
More information about embassy hours of operation, and consular and American citizen services can be obtained at the embassy's website: http://damascus.usembassy.gov/

TRAVEL AND BUSINESS INFORMATION
The U.S. Department of State's Consular Information Program provides Consular Information Sheets, Travel Warnings, and Public Announcements. Consular Information Sheets exist for all countries and include information on entry requirements, currency regulations, health conditions, areas of instability, crime and security, political disturbances, and the addresses of the U.S. posts in the country. Travel Warnings are issued when the State Department recommends that Americans avoid travel to a certain country. Public Announcements are issued as a means to disseminate information quickly about terrorist threats and other relatively short-term conditions overseas that pose significant risks to the security of American travelers. Free copies of this information are available by calling the Bureau of Consular Affairs at 202-647-5225 or via the fax-on-demand system: 202-647-3000. Consular Information Sheets and Travel Warnings also are available on the Consular Affairs Internet home page: http://travel.state.gov.
Consular Affairs Tips for Travelers publication series, which contain information on obtaining passports and planning a safe trip abroad, are on the Internet and hard copies can be purchased from the Superintendent of Documents, U.S. Government Printing Office, telephone: 202-512-1800; fax 202-512-2250.

Emergency information concerning Americans traveling abroad may be obtained from the Office of Overseas Citizens Services at (202) 647-5225. For after-hours emergencies, Sundays and holidays, call 202-647-4000.

The National Passport Information Center (NPIC) is the U.S. Department of State's single, centralized public contact center for U.S. passport information. Telephone: 1-877-4USA-PPT (1-877-487-2778). Customer service representatives and operators for TDD/TTY are available Monday-Friday, 8:00 a.m. to 8:00 p.m., Eastern Time, excluding federal holidays.

Travelers can check the latest health information with the U.S. Centers for Disease Control and Prevention in Atlanta, Georgia. A hotline at 877-FYI-TRIP (877-394-8747) and a web site at
http://www.cdc.gov/travel/index.htm give the most recent health advisories, immunization recommendations or requirements, and advice on food and drinking water safety for regions and countries. A booklet entitled Health Information for International Travel (HHS publication number CDC-95-8280) is available from the U.S. Government Printing Office, Washington, DC 20402, tel. (202) 512-1800.

Information on travel conditions, visa requirements, currency and customs regulations, legal holidays, and other items of interest to travelers also may be obtained before your departure from a country's embassy and/or consulates in the U.S. (for this country, see "Principal Government Officials" listing in this publication).

U.S. citizens who are long-term visitors or traveling in dangerous areas are encouraged to
register their travel via the State Department’s travel registration web site at https://travelregistration.state.gov or at the Consular section of the U.S. embassy upon arrival in a country by filling out a short form and sending in a copy of their passports. This may help family members contact you in case of an emergency.